El presidente ejecutivo de Generadoras de Chile –el gremio de las empresas generadoras de electricidad del país– es miembro del consejo directivo del proyecto Guías Chile, que elabora recomendaciones prácticas para la implementación de los Principios Rectores de Naciones Unidas sobre las Empresas y los Derechos Humanos: “Estamos construyendo orientaciones para nuevos desafíos sociales”.

Claudio Seebach ha trabajado en el sector privado, en el público, en la academia y desde la sociedad civil. Con la experiencia de haber desarrollado proyectos en conjunto a diversos actores de múltiples disciplinas, plantea que “los gremios modernos tienen que cumplir un rol de como una industria en su conjunto pone lo que saben hacer sus empresas al servicio del bien común”.

Ingeniero industrial eléctrico de la Pontificia Universidad Católica de Chile y máster en Ingeniería de Stanford University, es miembro del Comité 360° para la implementación del Plan de Acción Nacional de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia. Es cofundador de Enseña Chile y de Elige Educar, además de la empresa B Próxima Servicios y de la desarrolladora de proyectos de infraestructura Nueva Vía. Actualmente es el presidente ejecutivo de la Asociación de Generadoras de Chile.

Seebach integra el consejo directivo del proyecto Guías Chile en Derechos Humanos y Empresas –que lleva adelante Fundación Casa de la Paz y la Unión Europea– una instancia multiactor que elabora recomendaciones prácticas y de aplicación voluntaria para la implementación en las empresas de los Principios Rectores de Naciones Unidas sobre las Empresas y los Derechos Humanos.

Sobre las Guías Chile, Seebach es claro: “Es una oportunidad de nivelar la cancha para arriba, de que entendamos todos lo mismo y hagamos mejor las cosas en materia de derechos humanos”.

Has trabajado tanto en sector privado como en el público, en la academia y la sociedad civil. Con esa experiencia, ¿cuál es la relevancia de que guías de recomendaciones en derechos humanos y empresas sean elaboradas en conjunto por estos actores?

Estamos en un proceso de transición. En nuestro caso, el gremio de las empresas que producen electricidad, estamos viviendo lo que se conoce como la transición energética. Pero también estamos viviendo un proceso de transición de cómo las empresas hacen las cosas, como también de cómo el Estado hace las cosas, de cómo la sociedad civil hace las cosas, de cómo los medios –que están viviendo una transición brutal– hacen las cosas. En las transiciones siempre hay que adaptarse, y como país estamos avanzado en lo que esperamos de los mínimos comunes como sociedad y esas son transiciones positivas.

¿Por ejemplo a abrirse al concepto de empresas y derechos humanos?

Este tema tiene que ver mucho con las cargas históricas. Cuando hablamos de derechos humanos, por razones lamentables, están muy vinculados a la historia de la dictadura y a las violaciones de derechos humanos en aquel periodo, entonces remover esa carga histórica es un primer gran valor de un trabajo multiactor. Cuando aprendes con otros, una de las grandes cosas que construyes son espacios de confianza de cómo el otro ve las cosas y qué hay de verdad en lo que me está planteando el otro. En eso, esta instancia multiactor tiene una virtud.

¿Y en el mundo privado hay disposición a entrar en estos temas?

El mundo gremial, que no es lo mismo que el mundo empresarial, también está viviendo una transición. En nuestra opinión, los gremios modernos tienen que cumplir un rol de como una industria en su conjunto pone lo que saben hacer sus empresas al servicio del bien común. Esa es la única manera moderna de ser gremio. Lo que es totalmente opuesto a la visión proteccionista de intereses particulares, o derecha y lamentablemente incluso, de colusión que hemos visto hace no tan poco en Chile. Obviamente eso atenta contra el bien común, por lo que tiene implicancias en derechos humanos.

El consejo directivo de las Guías Chile tiene representantes de diversos sectores, ¿ese debiera ser el modo de buscar ese bien común?

Absolutamente. En el modo moderno de hacer las cosas, como por ejemplo al hacer políticas públicas, tienen que estar todos los actores en la mesa. Pero no basta con estar sentados en la misma mesa, también hay que darle a la mesa una metodología de trabajo. En eso hay que rescatar el compromiso de larga data de Casa de la Paz con construir espacios de confianza entre múltiples actores que permiten resolver problemas complejos. En este caso con las Guías Chile, más que resolviendo problemas complejos, estamos construyendo conjuntamente orientaciones en temas que son nuevos desafíos como es el tema de migrantes y de personas mayores. Y precisamente ambos temas tienen que ver con esa transición porque son los nuevos desafíos sociales, por algo estamos hablando del tema pensiones, que es un desafío social gigante. Y en este espacio multiactor, donde cada uno trae su experiencia y su expertise, hay tratar de nivelar la cancha. Esa es una primera gran tarea en materia de derechos humanos, y ojalá todos entendamos lo mismo que estamos entendiendo.

¿Qué debiéramos entender por derechos humanos y empresas?

Las empresas, como organizaciones que producen bienes y servicios para la sociedad tienen, como toda acción humana, impactos positivos y negativos. Existe el entorno social que son sus trabajadores, sus clientes, sus proveedores, pero sobretodo, pensando en esta dimensión de impacto, están las comunidades y su entorno. Esta es la dimensión social y es la esencia de todo esto. Una empresa para ser sostenible, palabra que uno a veces pudiera pensar que está manoseada, tiene que saber gestionarse, y eso implica gobernarse. En esa integración de gobernanza se debe entender el contexto en el que me muevo. Es fundamental incorporar al mundo de las empresas que lo que hacen tiene efectos sobre los derechos humanos, que van desde el acceso a la información, temas laborales, de género, medioambientales, etc. Por eso es tan relevante que, para que las empresas pongan a las personas al centro, exista como condición necesaria la comprensión profunda de los derechos humanos en un sentido de promoción de la dignidad humana, y no en la lógica negativa solo de la violación de los derechos humanos.

¿Y cómo deben entender eso las empresas?

Cuando decía que a un gremio lo vemos como una organización de la sociedad civil que organiza al mundo de las empresas para ponerla al servicio del bien común, hay dos grandes dimensiones de impactos; uno es que la calidad de las políticas publicas que nos rigen a todos para que la empresa pueda hacer su labor –en nuestro caso de proveer electricidad– de mejor manera. Lo segundo y que es fundamental, son las buenas prácticas. Se trata de cómo la empresa hace la pega, el modo de hacer las cosas internas y subir la vara y el estándar, lo que está mediado por un tema de derechos humanos y dignidad de las personas. Esto es una oportunidad de nivelar la cancha para arriba, de que entendamos todos lo mismo y hagamos mejor las cosas. 

Entonces una debida diligencia en derechos humanos y empresas es una oportunidad para mejorar el comportamiento de las empresas frente a la sociedad, pero también su rendimiento.

Absolutamente, porque te integra el componente de sostenibilidad de largo plazo. Hay empresas que no han hecho esa pega y han terminado con temas reputacionales y costos enormes. Por eso la debida diligencia es súper central como oportunidad.

¿Por qué el gremio de las generadoras de electricidad acepta participar en este proyecto?

Nosotros tenemos una vocación de colaboración como industria, porque nos ha tocado vivirlo en los territorios donde las empresas operan, a veces con historias de aprendizajes difíciles y de relaciones complejas. Los proyectos de energía a veces tienen la característica de que producen electricidad en un territorio que muchas veces es prístino y/o alejado –y aquí estamos hablando no solo de las energías no renovables como las termoeléctricas, sino también de las renovables, las hidráulicas o incluso las eólicas o las solares– por lo que les ha tocado vivir procesos mucho más avanzados en el modo de relacionarse con la comunidad que otras industrias. Por otro lado, cuando se instala un proyecto de generación eléctrica en un lugar, esa electricidad luego se transmite a la velocidad de la luz a otro lugar, por ejemplo, a la ciudad, entonces el beneficio de ese bien no necesariamente está en lugar donde se produce. Esto genera una suerte de asimetría. Nuestro gremio son 13 empresas y casi todas son internacionales y, por lo tanto, también aportan con estándares de sostenibilidad globales potentes. Otras que son locales y que son líderes en esto y que han sido exitosas, que entienden los códigos de los tiempos y las demandas de la sociedad. Y esa adaptación a los cambios es lo que hace que esta industria sea distintiva y que hoy esté en una posición privilegiada de dar soluciones a lo que van a ser los desafíos climáticos tanto en mitigación como en la adaptación. Por eso nos interesa estar y ser parte de un grupo amplio y de una reflexión conjunta. 

Y esa reflexión hay que plasmarla en un documento…

La palabra es muy buena: guías. La guía es una orientación para que todos entendamos lo mismo y que nos permita hacer mejor las cosas. Además, es perfectible en el tiempo. No hay que pensar las Guías Chile como documentos estáticos que lo publicaste una vez y pasan a ser las tablas de la ley. Tienen un proceso de elaboración, donde hay un aprendizaje colectivo de lo que los otros perciben, para que finalmente el proceso y el resultado hagan sentido a todos y los que estamos en la mesa podamos convivir con lo que dice y nos permita orientar a otros en la acción

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